jueves, marzo 29, 2007

Llueve y la rep...!

   En el Paraná de mi infancia, cuando caían unas gotas de lluvia, uno disfrutaba de los aromas a torta frita que salían de las casas. Luego de una semana de lluvia como ésta, ya no nos bancaríamos más la baranda a aceite rancio y quemado.
   Antes de que comenzara este diluvio bíblico apenas alcancé a colocar las chapas casi correctamente sobre el techo. No están selladas las hendijas entre los ladrillos ni los apoyos de ladrillo de las chapas y ninguna abertura tiene vidrio. Esta es la principal causa por la que entra tanta agua adentro de mi casa. Pero esta llegó a tal nivel que ahora las ventanas sin vidrio sirven para drenaje. De otro modo, tal vez mis vecinos hubieran presenciado el espectáculo grotesco de una pecera de dos pisos, con un tarado nadando en el interior.
   El primer día de lluvia utilicé unas duras botas de goma hasta las rodillas para circular por la casa. Ahora, una llanta de camión inflada. La barra y el desnivel que dividen la cocina del comedor me garantizan 40 centímetros de rafting.
   Antes, venía de la calle con las ropas húmedas por la lluvia. Ahora no preciso. Ya las saco empapadas de los cajones de la cómoda.
   No me asusta el agua. Soy buen nadador. Practiqué unas brazadas estilo mariposa pero le di un mamporro al termo que estaba sobre la heladera.
   Había cambiado el somier por un catre para tener mas espacio. Ahora cambié el catre por una colchoneta inflable. Cada noche duermo excitado pensando si amaneceré flotando en la cocina, en el baño o en la desembocadura del Ludueña.
   Pero mis vecinos no la llevan mejor. El agua cubre totalmente la calle y varios centímetros adentro de sus casas por lo que el tráfico provoca un molesto oleaje. Por eso cortaron la calle en mi cuadra. Cada auto que pasaba hacía que sus muebles cambien de lugar.
   Ya no se oyen los 40 perros de mi vecino de enfrente. Creo que se ahogaron.

sábado, marzo 24, 2007


   Mi obra ya luce exteriormente sus dos plantas de pared pero aún sin revoque. Por eso hay infinitas hendijas. Los peones, con extraño criterio constructivo, taparon las más pronunciadas con trapos o remeras mías que encontraron por ahí. Por las dudas, oculté la ropa más nueva o sana que poseo.
   Ya acontecieron esas dos semanas en los que las chapas del techo estuvieron levantadas en los contornos para poder edificar hacia arriba. El temor era que lloviera por aquéllos días. Llovió todos esos días. Los albañiles llegaban entre las 6 y 7 de la mañana, justo para cuando empezaba a llover. Así que me despertaban sólo para luego tomar mate y vernos las caras.
   Una noche tuve que salir desnudo a tapar con lonas las bolsas de cemento.
   Otra noche, el agua adentro de mi casa llegó a los 5 centímetros. Lo supe al levantarme en la oscuridad y apoyar los pies en el piso. A medio metro, la zapatilla de los enchufes, caliente y chispeante, flotaba en el agua. Desesperado, desconecté todo enseguida, acomodé las sábanas para que no tocaran el suelo, y seguí durmiendo.
   En ese tiempo, todo el baldío que me rodea estuvo anegado. Mi casa parecía un barco en un pantanal.
   Dos mañanas me desperté con dolor de cabeza a causa del tufo nauseabundo que flotaba en el ambiente. Por fin descubrí que provenía de mis zapatillas húmedas bajo la cama.
   Marcos Antonio, el Peruano, optó por no hacer más pronósticos sobre el final de obra y se limita a contarme las peleas con su ex esposa.
   Me cuesta estar higienizado. Hay restos de mezcla de cemento por todos lados, sobre la vajilla, sobre la cama, la heladera, la ropa. Para bañarme, me reinscribí en el Gimnasio Municipal. Aunque los baños son comunitarios, diría que hasta siento mayor intimidad. Sólo que ahora estoy mas cansado porque a la construcción de la obra, se me agregó la gimnasia de aparatos y pesas.
   Ahora que se perfila la forma de la obra, pareciera que encierra un carácter extraño para la gente del barrio. Los vecinos o transeúntes casuales preguntan qué estamos construyendo. Con el Peruano ensayamos distintas respuestas:”Una sucursal del Banco de Quitilipi”, “un templo”, “la Iglesia de los Santos de los Últimos Ateos”. En este caso, no sé por qué, me dijo Antonio, yo sería declarado el Apóstol de la Angustia.
   Hoy subimos las chapas hasta los 6 metros de altura y las fuimos fijando por arriba, caminando como gatos diurnos. Pero faltó una para cubrir la totalidad del techo y carecía del dinero para comprarla. Por eso ahora estoy tratando de dormir con el extraño espectáculo de la Cruz del Sur y las Tres Marías directamente sobre mi cabeza…

lunes, marzo 05, 2007

Llueven historias densas


   Como si Marcos Antonio, el albañil peruano, necesitara excusas para charlar, en alguna pausa del mediodía para ingerir lo que se consiga -empanadas fritas o sandwichs-, me desafió a contar chistes verdes. Ahora, en estas rondas, mientras Eber, el evangelista, hace esfuerzos para no reír, Daniel se despacha en carcajadas.

   Pero cuando llueve nos vemos todos obligados a acomodarnos en los 6 metros cuadrados que permanecen bajo techo y forzar historias sobre cualquier cosa.

   Como las lluvias son continuas estoy conociendo detalles ásperos sobre la vecindad. Los nombres de los barrios cercanos son: 7 de Septiembre, Stella Maris, Maú, Catanga…

   Para aclararse el pelo todos usan agua oxigenada 50%.

   El asesinato de una piba de un disparo en el cráneo la noche anterior, motivó que el frente de la casa de Eber, vecino de ella, apareciera por TV. El novio se había presentado solo en la comisaría como el responsable.

   Mi propia vecina de enfrente fue compañera de escuela de Daniel. Vive con los padres, pastores evangélicos y su hijo de 3 años –"…Y, … quedó embarazada porque la violó uno del Barrio Maú" – cuenta Daniel- "A ella le falta algo, es medio tontita, y viste, enseguida está el que se aprovecha…"

   Daniel una sola vez le pegó al padre- "La estaba golpeando a mi mamá y aparecí yo y se la di bien en un ojo. Después me agarró la cabeza y me la reventó contra la pared hasta cansarse…"

   A pesar de la lluvia, llega el camión con los materiales. Algo peor que trasladar bolsas de cemento de 50 kgs. al hombro, es hacerlo cruzando una calle anegada y 25 metros de un barrial alucinante, lógico resultado de la tierra floja y 50 mm. de lluvia.

Llueven ladrillos cerámicos portantes de 18x20x30 cm.


   Y Marcos Antonio apareció.

   Desde hace unos días la nueva construcción va surgiendo en derredor de mi viejo monoambiente, hoy devenido en obraje.

   A la insana hora de las seis de la mañana llegan dos peones. Uno es Eber, el fijo, evangelista, callado. El otro peón es uno distinto en cada ocasión. Una vez, uno llegó con un minicomponentes para hacer escuchar cumbia a todo el barrio a esa temprana hora. Le pedí que por favor bajara el volumen, por lo menos hasta que amaneciera, para no perturbar a los vecinos.

   Yo me levanto a las cinco treinta, tomo unos mates y enseguida vuelco la cama hacia la pared para dejar pasar la hormigonera, los andamios… y trato de mantenerme en pie hasta la noche.

   Marcos Antonio llega entre las 7 y las 8 con unas impresionantes ganas de charlar. Gusta de hacer pronósticos permanentemente: "Para el martes ya vuá astar haciendo el encadenado y para el otro viernes ya vuá astar terminando".

   Durante la mañana llegan materiales: ladrillos, arena, granza. A las bolsas de cemento el enviado del corralón laS deja caer desde lo alto del camión y hay que recibirlas en caída sobre un hombro.

   Más desprevenido estaba cuando me avisó que algunos ladrillos no podía bajarlos con la grúa. Desde el cielo empezaron a llover ladrillos cerámicos portantes de 18 x 20 x 30 cm. que supuestamente yo debía atajar en el aire para arrojárselos a Eber a 2 metros de distancia.

   Sin siesta, me cuesta muchísimo sostener en la cabeza cómo almorzar y estar con mi hija en esta situación tan precaria, tener ideas para las clases del taller de arte, formas de conseguir dinero para la próxima compra de materiales, resolver problemas de pareja y entender las largas explicaciones del albañil sobre la conveniencia de correr una ventana 15 cm. a la derecha para ahorrar ladrillos.

   Especialmente incómodo fue el momento en que sentado en el inodoro, comenzaron a caer escombros sobre mi cabeza, porque estaban picando la pared por fuera a la altura del techo. Y rápidamente tuve que incorporarme al ver asomarse el cielo y la gorra del albañil…

Próxima entrega:
Llueven historias densas

Esperando a Marcos Antonio


   Hago un alto en la tarea de herrería. Hace dos semanas estoy en el terreno, al aire libre, armando ventanas, rejas, y el hermoso ventanal de 5 metros de altura que dará el toque de personalidad a la obra.

   Me entretiene cada tanto con sus idas y venidas, un montón de perros habitantes del baldío y calles vecinas. Por fin, la perra en celo se decide por un chiquitín peludo y negro que se mueve infructuosamente tras ella sin dar la altura. Mientras la perra cada tanto se vuelve como diciendo "¿Y?", el resto de los perros, más grandotes, en ronda de voyeurs, parece inquirir: "¡Che, flaco!, ¿te parece que probemos nosotros?

   Viéndome en estas labores, dos veces me ofrecieron trabajo de herrero, incluso en forma permanente.

   Pero trabajo no me falta. Junté unos pesos más viajando todos los fines de semana a cuanto encuentro de motos se presentó.

   También acopié algunas cosas. Mi obra recibió el aporte de dos puertas de cedro, rejas, un respaldo de cama estilo Chippendale y 16 metros cuadrados de machimbre de pinotea de Valeria Inchaurza. Y eso sin elegir aún una obra mía. ¡Qué ejemplo! ¿No? ¡Qué amor al arte! ¡¿No dan ganas de imitarla?! Y Seba ofreció sus curtidas y rudas manos de fotógrafo para quehaceres de albañilería.

   Tal vez me decida por hacer una selección de voluntarios para trabajar en mi obra, como si yo fuera jurado de un Salón. Pediría currículum, proyecto de trabajo, técnica para acarrear ladrillos y bolsas de cemento. Y finalmente ganarían mis amigos o quienes convengan a mis intereses, como cualquier Salón, bah.

   Marcos Antonio, como el de la canción La Flor de la Canela, son los nombres del albañil contratado, que aún no empieza. Y tiene la misma nacionalidad, peruana. El padre debía tener algún problema de autoestima porque bautizó a los otros hermanos como Julio César y César Augusto.

   Marcos Antonio aclaró que era conveniente ante todo "chacllar" la tierra o Pachamama. Esto es ofrendarle el primer trago al abrir una cerveza. Pensé en "El Oscar" quien, por religión, no bebía alcohol, en tanto Marcos, por religión, sí lo hace…

Próxima entrega:
Llueven ladrillos cerámicos portantes de 18x20x30 cm.