martes, julio 09, 2013

"Parecía que iba a sobrar"

“Parecía que iba a sobrar"


Brian me acompaña con su charla mientras hago el asado. Alguien que pasa en moto lo saluda de lejos. Él contesta con un gesto, y me dice entre dientes: “Esa  moto la robó la semana pasada. La usa para hacer arrebatos, asaltar.”
Le pregunto si todos los choros del barrio lo saludan, o son amigos. “-No-, me dice – amigos no. Conocidos de toda la vida. De chiquitos. Pero están todos reduros, con unas caras de pasados. Y nos saludamos igual. Qué se yo”.
Para Brian y su familia es ventajosa la situación de ser tantos y haber vivido toda la vida en el barrio. Difícilmente los toquen o hagan daño.
Una vez le ofrecieron a Brian una bicicleta playera.-“Está muy buena. La tengo “marcada”. Es roja y azul”- Le habría dicho un “conocido”.
Por “marcada”, se entiende que aún no la robó, pero sabe dónde y cómo hacerlo. La descripción de la bicicleta le resultó familiar a Brian:-“¿De dónde es esa bici?”´- preguntó.
-“De por acá, a dos cuadras. Todas las mañanas está atada a un árbol”. Le contestó el “conocido”.
-¡Boludo! ¡Esa es la bici de mi hermana! ¡Ni se te ocurra tocarla!
El sujeto quedó muy contrariado y afligido: -“¡Uy! ¡Perdón!, ¡No sabía que era de tu hermana! Perdón, perdón. No dije nada.

Todos parecen trabajar sin pausa, pero siento que no pierden detalle de los cambios de color y aroma de la carne.  
Acontece un fenómeno tan repentino como espectacular y mágico.
Pese a que el día está calmo, surge un brusco cruce de vientos  frente a mis narices que la emprende contra la sombrilla de tela que yo había atado a la parrilla. Este minúsculo huracán o monzón recorre algunos metros y apenas dura unos segundos. Son suficientes  para elevar la enorme sombrilla, hacerla danzar como una bailarina, a los saltitos y girando sin perder su posición vertical, invertir su forma acampanada hacia arriba, y, finalmente, la muerte del cisne, lanzarse contra un tejido de alambre donde se desintegra por completo.
Todos quedamos atónitos.
Mientras tratamos de entender el fenómeno o meteorito, Chuck Norris recuerda que cuando él era joven, un baño aún con el cemento fresco que él estaba terminando de hacer en un descampado rural, en segundos, implosionó completamente por un breve remolino de viento. En aquella oportunidad apenas le dieron la vianda, un sándwich, y lo echaron culpándolo del derrumbe.
Yo sigo haciendo el asado, ahora al rayo del sol.
Hay una ley que se cumple inexorablemente y esta no es la excepción. No importa dónde el asador se ubique, el humo del fuego siempre va hacia su rostro.
Para la comilona montamos unos tablones cubiertos con papel madera. Felisa, mi compañera, va llevando ensaladas, bebidas, hielo, mayonesa, pan. Yo, triunfal, emplazo en forma repartida chinchulines con ajo y chimichurri, chorizos, morcillas, y varios kilos de corte Mar del Plata común, todo en su mejor punto, bien cocido, tierno y jugoso.
Durante la comilona me entero que dos líneas de colectivos ya no llegan al barrio de noche. Hace unos días un chofer fue acuchillado en la “punta de línea” próxima a mi casa.
Les cuento que un día, regresando en bondi al barrio, venía sentado a mi lado un flamante exconvicto. El pobre diablo estaba tan excitado por su reciente liberación, que de a ratos caminaba por el pasillo del colectivo y se volvía a sentar. Como prueba de su estadía en presidio, me mostró el acta de liberación firmada y sellada hacía media hora y los antebrazos totalmente cruzados por cicatrices sucesivas.
Uno de los hijos de Chuck Norris me explica que los presos se laceran a propósito para que los lleven al Juzgado. La intención verdadera es que los trasladen, ya sea porque los guardias o los otros presos se la están haciendo pasar mal, o para ir a otra cárcel donde tienen amigos o parientes. Es raro esto de que haya que auto flagelarse para  que la Justicia se ocupe de uno.
Charles Bronson (Chuck) apenas puede sostener los cubiertos. Tiene las manos llagadas por el uso de cal en otra obra.
Hacemos intercambio de recetas humectantes para manos.
Mis consejos: apelar al Dermaglós cicatrizante, Mentisán,  jugo de la planta de aloé o, luego de humectarse con alguna crema, ponerse guantes de látex durante varias horas.
Los remedios de Chuck, un tanto más rústicos: pasarle a las zonas erógenas afectadas  grasa animal bien caliente, o frotarles una cebolla recién cortada.
Terminado el asado, nos despedimos todos satisfechos, alegres, sintiéndonos más amigos que antes.