viernes, mayo 18, 2007

Dos robos en una semana


   Por cuestiones de trabajo, tuve que salir de viaje dos veces en una semana a las tres de la madrugada aproximadamente. En ambas ocasiones, enseguida forzaron los candados de mi casa y robaron lo que pudieron, además de alfombrar el piso con mis fotos, libros, ropa, para revisar buscando no se qué cosa.

   Estoy convencido que la postura a tomar no es ponerse en paranoico o discriminador, ni fascista, ni cargarse de resentimiento o sed de revancha. Esto es parte de un fenómeno social del que todos somos responsables y que algún día cambiará si nos ponemos de acuerdo.

   De nada vale volverse loco, esquizofrénico o fóbico. Eso es de incultos. La educación a la que tuve la suerte de acceder me debe colocar mas allá, comprender a este tipo de personas indigentes, marginados, miserables, que solo atinan a acciones desesperadas para mejorar fugazmente su paupérrima condición.

   No modificaré mis costumbres. No hay de qué preocuparse. No hay que responder con la ley del garrote y del colmillo. Eso es de animales. Yo soy más culto, y ellos ignorantes, pobres bestias. Lo mío debe ser necesariamente más refinado. Ellos sí se deberían preocupar. Mi inteligencia es superior una, dos, tal vez cien veces. Cometieron el error de meterse conmigo. Perdieron en ese mismo momento.

   Ellos estudiaron mis movimientos. Ahora yo los estudio a ellos. Pero yo tengo aprobadas Sociología I y II de Comunicación Social. Estoy posicionado en condición más ventajosa. Los observo cuidadosamente. Estoy conociendo sus hábitos, horarios, incluso sin que ellos se den cuenta. Pronto descubriré su punto débil…

   Mientras preparo el golpe, convertí mi casa en un búnker. ¡Qué sorpresa se van a llevar! La ventana de hierro de la planta alta se me antojó insegura. No hay problema. La soldé totalmente. Nunca nadie la abrirá, ni ellos, ni yo mismo. Iba a emprender la misma solución con la puerta, pero frené al recordar que cada tanto tendría que salir a procurar alimento. Coloqué entonces una sucesión de puertas en la entrada. Cuando entro a mi casa me siento el súper agente 086.

   Decidí no salir de casa nunca más y que, dadas las circunstancias, invertir en un costoso detector de metales y un escáner de personas era más importante que comprar elementos de menor necesidad como papel higiénico, jabón o pasta dental.

   Mi novia dejó de visitarme. Aunque pasó satisfactoriamente la prueba del detector y el escáner ella, que sí está loca, se ofendió. Me da igual. Estoy tan concentrado y tenso que no tengo erecciones.

   Ahora los espero parapetado tras la barra de la cocina. Nadie se preocupe por mí. ¡Tengo víveres para todo el mes! Está todo bien. Simplemente, los destruiré. Estoy tan tranquilo gracias a mi profunda certeza: no cabe otro resultado posible, simplemente yo ganaré la guerra…