"Continúa el pescado asado"
“Continúa
el pescado asado” – (Gómez Delivery, final, final)
Mientras los albañiles terminan la última maquinada
de mezcla de la jornada, yo termino de asar el pescado. Tres sábalos al limón y
a la crema cortados en 6 mitades.
Para comer el pescado habilito mi pequeña mesa de
trabajo, tapándola con papel madera. Sirvo un primer medio sábalo apoyándolo
directamente sobre el papel. Justo en
esa parte no hay mesa por debajo y el pescado cae al piso. Alguien dice que no
importa, que el pescado está con las escamas apoyando en el suelo, así que lo
recoge tranquilamente y lo engulle sin más. Cada uno da cuenta de su medio
sábalo con entusiasmo. Yo me doy cuenta que todos son hermanos e hijos de
Víctor, o “Chuck Norris”.
Un medio sábalo restante lo reservamos para una
familiar embarazada de 18 años que
dicen, le encanta el pescado. Uno se
refiere al embarazo de esta chica tan joven, su propia hermana, en los
siguientes términos:
-“Y…, la veníamos cuidando entre todos. Pero,…viste
como es. Como cuando cuidás una perra de raza. Estás vigilando que nadie la
toque y un perro cualquiera, que
está justo por ahí cerca, medio
agazapado, va y te la agarra.”
Me había resultado de mucho agrado que mientras
trabajan, ellos siempre sintonizan emisoras de puro rock nacional. No escuchan
cumbia, como cualquier chico del barrio. Les comento el hecho. “Tiqui”, uno de
los hermanos, me contesta que a todos les llama la atención que un albañil no
escuche cumbia. Me siento un prejuicioso
pelotudo.
Javier incluso es
“ricotero” de la primera hora. –“Donde cante “el Indio” yo viajo. La
Plata, Junín, Merlo…Si no tengo plata, mi mujer me paga el pasaje, las
entradas. Ella sabe lo que me gusta”.
La charla se ameniza a medida que entramos todos en
confianza y nos bebemos las varias cervezas que yo había enfriado celosamente
en el congelador.
Elbio, el mayor de los hermanos, cuenta que quedó
atorado en un tapial, entre la reja del patio y la de la ventana de su casa,
por escaparse de noche sin las llaves. La mujer lo dejó un buen rato en esa
posición incómoda hasta abrirle la ventana.
Me entero que unos saqueadores vengativos finalmente
robaron en la casa de Javier. Teniendo algunos datos de los delincuentes, fue
con un amigo policía miembro de las TOE (Tropas de Operaciones Especiales) a
patear las puertas de unos ranchos. Encontraron un montón de cosas robadas que
el amigo de las TOE cargó en el baúl de su propio auto. –“A ese también le
falta un tornillo”- dice Javier.
Él me confirma lo que ya es sabido por todos: la
policía se benefició con los saqueos participando de una red mafiosa. Previo al
suceso, exigió 5000 pesos a cada pequeño autoservicio a cambio de protección
especial. Es fácil determinar quienes no
aceptaron el acuerdo.
Ya estoy bastante asustado cuando comienzan a hacer
un recuento de bunkers de droga, aguantaderos, depósitos de motos y otros
objetos robados, etc. que pululan por mi barrio. Ganan en cantidad a kioscos y pequeñas granjas.
Se retiran sin olvidar el medio sábalo a la crema
para la hermanita.
Yo, con tanta cerveza ya no sirvo para nada. Tirado
en la cama, apenas me da para ver televisión. Sin volumen. Sucede que el
aparato fue descartado por mi suegra y
mis cuñadas porque pierde el sonido y no hace caso del control remoto. Con mi
pareja, descubrimos que para que se suba el volumen, basta zapatear sobre el
piso de madera. Con cada pisotón fuerte el volumen sube un poco. Maravillas de
la era digital. Luego, claro, va bajando solo. Y vuelta a zapatear.
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