viernes, enero 11, 2013

"¡Techo nuevo, a cargar la parrilla!"



“¡Techo nuevo, a cargar la parrilla!”  I– (Gómez Delivery . final, final)

El trabajo de albañil es durísimo. Prácticamente, toda tarea que realiza es ardua,  a la intemperie, y además, incómoda, en mala posición.
Ahora que estoy haciendo la ampliación de mi obra lo siento a cada instante. Y eso que me toca apenas soldar o implementar aberturas y rejas de hierro. Pero siempre hay que cargar, subir o trasladar cosas pesadas.
Conseguí un par de rieles usados para el dintel del nuevo garaje. Cada riel mide unos 5 m. y se necesitan 3 hombres para cargarlo. Me las tuve que arreglar solo con el fletero. La solución le gustó tanto a Javier, el “oficial albañil” y al resto, que tuve que ir por rieles dos veces más.
Desde las 6 de la mañana hasta las 4 de la tarde estamos en movimiento. Justito cuando se van todos y me desparramo en la cama para una buena siesta, suele llegar el camión de los materiales con viguetas, ladrillos, hierros del 8’, mallas, bolsas de cemento y cal…lo odio tanto.
Estos compañeros constructores son unos capos de los volúmenes virtuales. Sin reglas ni escuadras, solo con hilos, prevén paredes y techos en el espacio vacío.
No puedo dejar de admirarlos en el manejo de la cuchara. Mueven el brazo con un gesto elástico, grácil, de bailarina clásica.
Quise imitarlos. La tenía fácil. Se trataba de rellenar un hueco del contra piso. En el primer cucharazo de mezcla que di, el zarandeo de mi mano me salió muy similar, creo. Pero la mezcla de cemento, arena  y agua, en lugar de adherirse, rebotó y volvió en forma de salpicadura directamente hacia mi ojo izquierdo. El ardor me duró dos días.
A medida que avanza la construcción, todo se va llenando de salpicaduras de cal y cemento: ropa, calzados, muebles, mis obras de arte.
El primer día observé que el más joven de los albañiles, sentado en la cornisa del antiguo garaje, apoyaba alegremente los pies en una obra mía. Le señalé que eso que estaba zapateando rítmicamente era el dorso de una obra de arte. Los otros albañiles lo regañaron enseguida. Transcurrido el mes,  todos suben, caminan,  trepan sobre la obra. Solo tienen en claro que representa  la forma más fácil de acceder al techo y olvidaron su origen. Creo que yo también.
El sábado dimos por terminado uno de los techos. El del nuevo garaje.
Como es de rigor, preparé un asado. Tres sábalos al limón, regados con salsa de cebolla, roquefort y Casancrem.
Por alguna razón del inconsciente, si es sábado y estoy haciendo algo a la parrilla, me gusta escucha r radios chamameceras.  La música me resulta entrañable, y son muy divertidas. Se pueden escuchar cosas como éstas:
-“En el manejo de la consola, lo tenemos al Chapa. ¿Qué tal hé? ¡Qué  consoladorrrr!”
-“Verdulería Lusssmila. Cebolia, frutas, repolitos de brisuelas…”
-“Excursión a Mercedes.  Al Gauchito Gil. Incluye visita a San La Muerte. Salimos con aire acondicionado. Hablar con el Sr. Carlos, al te…”
-“María Mercedes. Vidente natural. Aleja tu rival. Destruye tu enemigo. Apertura de caminossss.”  (¿“Apertura de caminos”? ¿Trabajará en Vialidad?)
-“Poliería Mary Carmen. Poliería…y algo más…”
-“Manda saludosss el Toto. Gracias Toto. El Toto figura en nuestra carpeta publicitaria como Andamiosss Valiejosss. ¿Qué pasó Toto en la peña del Gauchito? Me dicen que el tinto te descontroló.  Parece que la “mama” te tuvo a los tumbos. Ojo Toto. Dicen que la “mama” es más jodida que la “abuela” (risas).
Pero hay  un chamamé muy triste que suelen poner, seguramente porque representa una preocupación común. Habla de un hijo que se volvió ladrón, y está en la cárcel. El padre se martiriza pensando cómo podría haberlo evitado. Tiene alguna  relación con esa canción “Meu gurí”, de Chico Buarque.
Durante la comida, por los dichos de Víctor, mi tocayo, jefe y papá de los albañiles,  en mi barrio, el cómo hacer que los hijos amen el trabajo y se mantengan al margen de  la delincuencia y las drogas, es un deseo general y sin respuesta.
Sin embargo,  Víctor, o “Chuck Norris” como le dicen cariñosamente los hijos, tal vez encontró alguna clave. Logró que toda su familia se conserve muy unida. “Chuck” tiene diez hijos mayores, mujeres y hombres y la mayoría le dió nietos.  Entre ellos se mantienen muy cercanos, trabajando juntos, cuidando los niños, construyendo sus propias casas, ayudándose. Todos se contienen entre sí.